Celso Piña, cumbia y algodones

El público bailaba y bebía, disfrutó del acordeón en el Carnaval

Mérida, Yucatán, 12 de febrero de 2018.- La prueba de sonido tardó más de lo que el público hubiese comprendido, y con chiflidos y cervezas en mano demandaban la salida del “rebelde del acordeón”, para bailar en pareja esos ritmos de cumbia y vallenato, para a entusiasmar a los pocos que quedaba en el “Domingo de Bachata”.

Al llegar por la tarde al recinto ferial de Xmatkuil, que desde hace algunos años alberga al Carnaval de Mérida, parecía que había más policías vigilando que visitantes recorriendo los “atractivos” de la fiesta. El desfile fue temprano, las comparsas ya se habían ido.

La carta fuerte de esta jornada carnestolenda fue Celso Piña, veterano músico de Nuevo León a quien se le ubica por su atrevimiento de mezclar ritmos tropicales con rock, ska, hi hop y sonidos norteños, que quizás, para mucho de los adultos ahí presentes, no escucharían de manera aislada en otro momento.

Al final de cuentas música popular que se acomoda con el calor y las cervezas frías, que contagia, es inevitable dejarse llevar por el acordeón.

Ahí estaban los que se quedaron, no era tan tarde, aún llegaban los camiones hasta Xmatkuil. Además, con el horario restrictivo de venta de alcohol en domingos, el Carnaval se había vuelto la salvación.

Celso Piña salió al escenario tras una larga presentación de su corista, quien enumeró su éxito mundial, los lugares en los que se ha presentado, dio razones de sobra para que lo idolatren, al menos lo que duraba el concierto.

Quienes reconocieron “La cumbia sobre el río”, y que lo conocieron en los tiempos en donde MTV programaba videos musicales, fueron los primeros en gritar y sacar sus teléfonos celulares. No faltaron las parejas que bailaron al estilo chuntaro, aquel que se puso de moda en el norte del país, y que de pronto se emulaba en algunas fiestas.

Celso, con acordeón y barba crecida, andaba de buen humor. De pronto le tiraba flores a sus músicos –quienes todos se apellidan “Piña”- de la Ronda Bogotá, o fingía regañarlos. Lleva 30 ó 40 años tocando, y parece que nunca se aburrirá de hacerlo.

Confesó ante el público que ya extrañaba tocar en Mérida, “en donde la gente es muy bonita y amable”, pues sus últimas giras han sido en Hermosillo, Tijuana, Monterrey… otro clima, otro ambiente.

Luego de tocar “Cien años de soledad” recordó a su “compadre” Gabriel García Márquez, el colombiano “que ganó el Premio Nobel Mundial de literatura”. Dijo que lo vio por última vez en Veracruz, y fue ahí dónde se enteró de su muerte.

“Escribía muy bien mi compadre, yo por eso trato de no hacer las cosas tan bien, no quiero morirme pronto. No me imagino estar tres metros bajo tierra solo, sin nada, sin aire acondicionado, sin mi vieja ni me acordeón”, confesó.

De pronto, reveló que tenía ganas de regalarle cosas a la gente, pero como no llegó “el chavo de los discos”, mandó a llamar a un vendedor de algodones que estaba parado a unos metros del escenario, y a quien al parecer no le había ido bien en las ventas.

“Ven súbete, no quiero unos cuantos, quiero todos… cuando regalo, regaló bien, para que no digan que los de Monterrey somos codos”, declaró en el micrófono.

Fue entonces cuando de manera irónica relató que en Perú escuchó una canción muy bonita que pensó era nueva, “La cumbia de los pajaritos”, y como lo clásico nunca pasa de moda, pidió a sus músicos que la ejecutaran para que el público no se cansara de bailar.

Y justo cuando sonaba esa contagiosa canción, se bajó para regalar los algodones al público. La gente se le acercó, le pedían el dulce y una fotografía. Celso Piña lo volvió a hacer, con la misma cumbia, como hace unos años lo hizo en el Parque de las Américas, cuando se topó con otro vendedor, cuando el otro público que lo descubrió en MTV sí fue a verlo tocar. (Herbeth Escalante)