Lo que cenaron los pobres

Una familia de escasos recursos que vive al sur de Mérida nos contó cómo pasaron la noche de año nuevo

Mérida, Yucatán, 01 de enero de 2018.– Durante estas fechas, muchas de las familias en la entidad se esmeran por celebrar el año nuevo de la mejor manera posible; compran el mejor Champagne y los mejores regalos, preparan botanas, estrenan ropa y cenan pavo. En la colonia ampliación Emiliano Zapata Sur III, la gente no tiene la misma suerte, la familia Castellanos López debido a su condición económica sólo cenó una pizza de pepperoni con jamón, y brindaron en vasos de plástico una Pepsi de dos litros.

Ellos pertenecen al 41.9 por ciento de la población que vive en condiciones de pobreza en Yucatán, de acuerdo a un estudio realizado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). Son el ‘pueblo pobre’ al que tanto se refiere el presidente López Obrador cuando acusa al ‘gobierno rico’. O a ‘los olvidados’ a quienes les dirigió una película Luis Buñuel en los años 50´s. Ellos son los de más abajo.

Su vida, ha transcurrido en los últimos meses al interior de cuatro paredes de 3 metros cuadrados. No tienen mucho, sólo disponen de un colchón, unas sábanas, una mesa, de unos cuantos platos, vasos, y de un estéreo donde suelen escuchar música para pasar el rato.

Saben que la noche del 31 de diciembre es una fecha especial, “sobre todo los niños son los que se entusiasman, ellos salen a la calle, juegan y quieren festejar; por eso compramos una pizza que nos costó $110 pesos, es de jamón con pepperoni, y ya incluye un refresco ‘grande’ para brindar a la media noche, esto es lo que cenamos los humildes”, relató para Desde el Balcón el joven padre de familia, Miguel Castellanos.

Para muchos comprar una pizza no tiene mucho valor, para él representa ocho horas de trabajo bajo los rayos del sol, cargando -y descargando- materiales para la construcción. Su trabajo no es nada fácil, a pesar del esfuerzo físico sólo gana 2 mil pesos a la quincena.

Para él, lo más importante es su familia, ellos saben que cenar una pizza es sinónimo de festejo, “por mis hijos daría todo, aunque no tenga mucho que darles, sé que ellos estarán felices esta fecha”, puntualizó.

Para la familia Castellanos López los últimos años no han sido nada fáciles. Tres años y medio atrás, al igual que un centenar de familias decidieron invadir un terreno lóbrego, abandonado, con basura, en donde no había corriente eléctrica, ni agua potable, ni mucho menos asfalto, internet, seguridad, o cualquier otro servicio, que para la gran mayoría sería impensable vivir de esta forma. Después de varios censos y de demostrar realmente su necesidad, el Instituto de Vivienda del Estado de Yucatán les otorgó un terreno.

La joven madre, de nombre  Ada López asegura que el lugar donde viven no tenia condiciones para ser habitado, pero no había de otra. Tenia tres opciones: seguir pagando renta, vivir encomendados o arriesgarse a tener su propio hogar. Eligieron la tercera posibilidad.

“Cuando llegamos acá estaba todo oscuro, veíamos serpientes, había muchas piedras y era un lugar muy peligroso, para mi esposa y para mis hijos que apenas comenzaban a caminar, lo pasamos muy difícil de verdad, pero ahora ya estamos mejor, tenemos este pie de casa en donde al menos no nos mojamos de la lluvia”, agregó después de enseñar la caja de pizza con unas cuantas rebanadas.

-¿Cual es tu deseo para fin de año?, se le preguntó a Miguel, quien se encontraba sentado sobre el colchón, mientras sus hijos jugaban junto a él.

-Uno de mis mayores deseos de este año que inicia (2019) es poder construir mi baño, porque aún seguimos yendo ‘al patio’, y a mi esposa se le dificulta, y también a mis hijos. Sé que sólo es un sueño, pero espero poder algún día con la ayuda de Dios, poder juntar unos pesitos y ‘parar un bañito’, confesó al reportero.

Para Ivan (7 años) , Karla (8 años), Ángel (4 años) y Ada (recién nacida), hablar de Santa Claus es un tema que sólo ven por televisión, “les decimos que aquí en el Sur no llega porque esta muy lejos, y así se olvidan de la idea de estrenar ropa nueva o tener regalos”, dijo la madre de los pequeños, quien se dedica a vender ‘chipiletas’, ‘pelones peloricos’, ‘tops-tops’, tamarindos, y chicharrones a bordo de un triciclo adaptado con un techo de lona. Al día saca alrededor de $100 pesos de ganancia trabajando siete horas.

“Algunas personas ven raro nuestra forma humilde de vivir, pero yo siempre les contesto, que la pobreza o la riqueza se lleva en el corazón, y nosotros somos una familia muy rica, porque nos queremos y tenemos salud, lo material, sé que con mucho trabajo poco a poco llegará”, finalizaron amablemente. (Javier Escalante Rosado)