Los mayas adoraron a Tláloc

Según hallazgos recientes del INAH, hubo una desesperación por hacer llover

Mérida, Yucatán, 8 de diciembre de 2019.- Expertos en exploración buscan la forma de llegar al quinto cenote ubicado debajo de la pirámide de Kukulkán —estructura también conocida como El Castillo—, en la zona arqueológica de Chichén Itzá.

En días pasados se realizó el “Primer Coloquio de Arqueología del Gran Acuífero Maya” en el Alcázar del Castillo de Chapultepec, en la Ciudad de México, y ahí, el director del proyecto Gran Acuífero Maya (GAM), Guillermo de Anda, informó que ya tienen un plan para poder llegar a este manto de agua.

De Anda explicó que alrededor del templo de Kukulkán hay cuatro cenotes: Holtún, Sagrado, Xtoloc y Kanjuyum, los cuales se tienen bien ubicados al norte, sureste y oeste de la estructura; sin embargo, la búsqueda por el quinto no ha tenido resultados hasta ahora.

“Llevamos un tiempo tratando de buscar una entrada, que no hemos podido encontrar, pero tenemos ya un plan que vamos a someter al Consejo de Arqueología muy pronto para poder llegar a ese cenote”, comentó.

En el coloquio, organizado por la Coordinación Nacional de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en coordinación con la National Geographic Society, se resaltó que el Gran Acuífero Maya tiene más de mil 600 kilómetros de redes acuáticas ya mapeadas.

“El acuífero maya no sólo es agua, sino magníficos espacios, la última frontera de exploración después de los océanos, es un enorme lugar reservorio de material arqueológico. Los primeros pobladores de América están presentes en este sitio; en América hay menos de 60 esqueletos de hombres tempranos y en el Gran Acuífero Maya hay por lo menos 12 y algunos otros”, apuntó.

Por otra parte, Guillermo de Anda refirió que dentro de la cueva de Balamkú se encontraron diversas piezas arqueológicas, algunas en buen estado, así como madera de pino en algunos incensarios que se colocaban en altares dedicados a la lluvia.

Agregó que de acuerdo con las muestras de carbono-14 que obtuvo recientemente de la cueva de Balamkú, una de ellas dio como resultado una antigüedad de 825 años antes de Cristo.

“En una de esas vasijas había restos de material orgánico que sometimos a pruebas de Carbono 14 y los resultados apuntan a que en la cueva se hizo un ritual de desacralización. Muchos artefactos que se conservan ahí contienen lo que se puso para quemar y que el humo llegara a las deidades. Se ve que hubo una gran desesperación por hacer llover, porque tenemos presente al dios de la lluvia que es Tláloc, que es un ‘dios extranjero’ y estamos tratando de saber por qué”, indicó el arqueólogo del INAH.

“Lo que sí le quiero platicar es que tenemos resultados de tres muestras de esta cueva, de carbono-14. Una nos da una antigüedad de 825 antes de Cristo, después tenemos una fecha de 1088 y una más de 980. Lo que nos dice esto, son 200 años, ya sea de depósitos rituales o de ofrendas dentro de los incensarios; el caso es que tenemos 200 años de quemar algo ahí, y ese algo parece ser pino, estamos haciendo comprobaciones de la madera, pero si es pino nos sorprendería porque no hay pino en esa zona”, concluyó.

Eduardo Herrera