Trabajar para alcanzar una red de felicidad

Panelistas de la segunda plenaria de la Cumbre piden dejar atrás los muros, reales o imaginarios.

MÉRIDA, YUCATÁN, 19 de septiembre de 2019.- Panelistas de la Cumbre Mundial de Premios Nobel de la Paz coincidieron en que se debe trabajar para alcanzar una «red de felicidad» para los pueblos y dejar atrás los odios, violencia y muros en contra de la gente, en el marco del foro «Culturas Originarias y Paz Regional».

En ese evento de carácter internacional, participaron 30 laureados con el Premio Nobel de la Paz y que buscan a partir de sus reuniones, enseñanzas y aportaciones, continuar buscando acabar con la violencia en general, la violencia de género, el desarme nuclear, las afectaciones y daños al medio ambiente, la discriminación y marginación a los pueblos indígenas, entre otros.

Diversos panelistas, defensores de los derechos humanos y la paz, coincidieron en señalar que es necesario establecer «una red de felicidad», a partir de regresar a los valores en el seno de la familia, de las costumbres e inculcaciones de nuestros padres, opinó Rigoberta Menchú Tum, Premio Nobel de la Paz 1992.

«Todos debemos ser constructores de paz, de establecer una red de felicidad, pero hay que hacerlo de manera constante, como un trabajo hormiga, y para ello si es necesario, ha<y que formar un inventario de nuestros valores y costumbres que son parte de la esencia y cultura misma de los pueblos», acotó la activista guatemalteca.

Asimismo, otra de las participantes, Berenice A. King, hija de Martin Luther King, rememoró que hace 22 años en Estados Unidos tuvo oportunidad de reunirse con Rigoberta Menchú, con quien estableció varios de los legados y aportaciones que dejó su padre.

«Una de las aportaciones que fueron sumamente importantes para mi padre es que todas las personas merecen ser tratadas con respeto, independientemente de su nacionalidad, género o religión, todos los seres humanos deben ser tratados con dignidad y respeto porque están hechos a la imagen y semejanza de dios».

Él dijo que es sumamente importante entender la interconectividad e interrelaciones de los seres humanos, y dijo que cuando su progenitor fue líder tenía una perspectiva mundial, sabía que lo que estaba ocurriendo en aquel entonces, «nos llamaban el pueblo negro».

«Nos enseñó a que estamos atrapados en esta red inescapable de un destino singular y lo que afecta a uno, afecta a todos, yo no puedo ser libre hasta que tú no lo seas, por lo tanto todos básicamente nos jalan hacia la batalla de libertad para que todos disfruten la paz, justicia en la tierra», indicó.

«Otra cosa que él nos enseñó es que la injusticia en cualquier parte es una amenaza, significa que no me puedo alejar de lo que sucede, por lo tanto si otros grupos no están seguros no podemos tener paz, y ellos le enseñaban a los que no entendían ese movimiento», puntualizó.

En el evento conducido por la periodista Paola Rojas, invitada también a esta Cumbre de los Premios Nobel de la Paz, se habló de la importancia y defensa hacia los grupos indígenas, el resguardar las costumbres y tradiciones autóctonas.

Ahí mismo, entre el grupo de panelistas estaba Juanita Bravo Lázaro, una mujer purépecha de Michoacán y quien a través de su gastronomía ha podido acudir a eventos de corte internacional, difundiendo la cultura indígena de México.

La mujer relató que ella no es maestra ni tuvo oportunidad de estudiar en diferentes niveles, pero su aprendizaje adquirido a través de su familia, sus padres y abuelos, fue precisamente sobre la gastronomia mexicana y particularmente la de Michoacan. Bromeó diciendo que gracias a eso «mi pasaporte son mis tortillas bicolores», lo que causó risas y aplausos entre los presentes.

Bravo Lázaro compartió cómo en su pueblo en Mchoacán al quedar viuda hasta hablaban mal de ella porque viajaba mucho, precisamente como parte de su aprendizaje gastronómico, pero paulatinamente logró demostrar su capacidad y valía dentro de lo que es la cocina mexicana.

Yazmín Rodríguez.