Llega el cuerpo de Tamayo a su natal Morelos

El féretro lúgubre que trasladó el cuerpo del mexicano ejecutado de Houston, Texas, arribó a su pueblo

Morelos, 02 de febrero de 2014.- Édgar Tamayo Arias, el morelense ejecutado en Estados Unidos, regresó a su natal Miacatlán, del que salió hace más de 20 años en busca de una vida mejor. Su vuelta, sin embargo, fue diferente. El féretro lúgubre que lo trasladó de Houston, Texas, al municipio sureño de Morelos, mermó por ese momento la ansiedad de otros jóvenes por aventurarse por el sueño americano.

«Yo no quisiera regresar así», dijo un muchacho que engrosó la fila de recepción a la entrada del municipio.

Dos filas humanas, cirios y veladoras en mano, aguardaron pacientemente en los arcos, entrada principal del municipio hasta que a las 12:38 horas, el silencio fue rotó por el ulular de las patrullas que escoltaron el féretro desde el aeropuerto de la entrada a Morelos hasta Miacatlán.

Con el sonido de las unidades oficiales brotó la tristeza y el llanto de familiares, vecinos y amigos de Édgar ejecutado el 22 de enero por inyección letal, cuyo delito atribuido fue victimar a un policía estadounidense luego de su captura por la comisión del delito de asalto.

Las mujeres guardan sus rezos para cuando la caja llegue a la casa de la calle Cuauhtémoc, en cambio los hombres lloran y otros deciden manifestar su pésame a los padres y hermanos de Édgar. Al lugar se asoma el cortejo fúnebre con autos emplacados en el Distrito Federal. De una de ellas bajan una caja de cartón sellado con cinta plástica. La mayoría busca el nombre y alcanzan a leer: Édgar Tamayo Arias.

Sus hermanos, primos y tíos retiran la cubierta de cartón y descubren la caja de metal donde Édgar yace. Cuatro hombres se abren paso y se eligen para cargar en hombros es cargado el cuerpo sin vida del joven que tardó más de 20 años en regresar a su natal Miacatlán. La caja, el cuerpo, las velas, veladoras y dolientes comienzan la travesía. Recorren calles y llegan por fin a la casa donde el ombligo del morelense «esta enterrado», dicen.

Las sillas en la calle Cuauhtémoc son ocupadas de inmediato. Un moño negro da la bienvenida a Édgar y el cortejo fúnebre.

«Hoy llega nuestro querido hermano, por la madrugada. Misa el domingo a las 4 pm», reza un cartel improvisado y colocado sobre una ventana.

La puerta abierta revelaba la escena: un altar en medio de la estancia, una manta blanca al fondo, una fotografía de Édgar Tamayo en la que esboza una tímida sonrisa, flores blancas, amarillas, aves de paraíso y lilis de colores.