Madres en encierro

Las mujeres en prisión que son madres sufren revictimización 

Mérida, Yucatán, 12 de mayo del 2017.- Ser madre en prisión implica para una mujer mexicana enfrentar un proceso de revictimización resultado de una serie de atavismos, así como premisas culturales sobre la maternidad que aumentan el trauma psicológico de la reclusión y terminan por afectar también a los hijos.

Significa una confrontación frecuente con las diversas concepciones que existen sobre su papel y rol social históricamente aceptado. “El problema crece cuando esos roles son trasgredidos y mucho más cuando se les relaciona con el hecho delictivo, como ocurre en el caso de las mujeres en la cárcel”, señaló el investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), José Paulino Dzib Aguilar

El problema, agregó, no queda ahí simplemente, sino que se agrava en el caso de la maternidad, debido principalmente a que no siempre existen condiciones para que las internas de una prisión tengan garantías para ejercer sus derechos reproductivos y sexuales en un ambiente funcional para la relación con sus hijos.

Actualmente, la sección femenil del Centro de Reinserción Social de Mérida (Cereso) alberga a 36 internas que aún no han sido sentenciadas o que apelaron la decisión de los jueces, además de otras 16 que ya cumplen su condena. Del total, aproximadamente siete de cada 10 son madres, informaron directivos del penal.

En la mayoría de los casos, son acusadas por delitos menores, como el robo. Pero el problema mayor no es el delito o la condena, como ellas mismas señalan: el peor castigo que reciben no es pasar años tras las rejas, sino la convivencia limitada con sus hijos.

Para el académico el problema no acaba en el tiempo de reclusión o las condiciones ahí vividas, más bien la situación se complica para ellas luego de salir de la cárcel porque son cuestionadas sobre su capacidad de educar a sus hijos, y por lo tanto es difícil que obtengan la custodia legal de los menores.

En la cárcel me enteré del embarazo

“El día que me detuvieron y me pusieron en arraigo me enteré que estaba embarazada. Fue una noticia difícil, pero al mismo tiempo me puse contenta, porque hace mucho que buscaba embarazarme de nuevo”, confesó Nínive Cámara Solís, quien está presa en el Cereso de Mérida acusada de trata de personas y lenocinio.

Está por cumplir siete años en prisión, y aunque reconoce que lo más complicado es no estar cerca de sus cuatro hijos, a la vez vive un aprendizaje “para no cometer los errores del pasado”.

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Para Nínive fue una noticia dura enterarse que pasaría todo su embarazo en prisión. Sin embargo, agradece que al menos no estuvo sola, pues su bebé, a quien le puso por nombre Samanta, pasó los primeros dos años de su vida con ella.

“Teníamos un cuarto para nosotras, ella estaba conmigo, fue mi compañía; me dediqué completamente a ella”, indicó la interna de 33 años de edad.

Cuando se cumplió el tiempo que marca el reglamento penitenciario  y tuvieron que separarse, pasó por momentos muy afligidos, pero al mismo tiempo entendió que era lo mejor para su hija.

“Muchas mujeres entran al Cereso solas, no todas tienen la suerte de “caer” embarazadas, a mi esa experiencia de ser madre aquí en el penal me sirvió mucho, fue un aprendizaje”, recalcó.

Señaló que Samanta está por entrar a la primaria, y aunque le duele perderse momentos importantes como su fiesta de graduación del kinder, enfatizó que siempre trata de estar presente, que ella sepa que está al pendiente de lo que hace.  “Yo le conseguí su vestido, le arreglé su tocado, para que vea que no la descuido”, agregó con orgullo.

Nínive también convive con sus otras dos hijas, Naybi, de 21 años, y Naomí, de 16, quienes con la niña más chica la visitan los domingos en el Cereso. Sólo al varón, de nombre Mauricio no lo ha visto desde hace tres años, pues su padre –quien tiene la custodia- no  lo lleva a las visitas.

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Aunque estará libre en poco más de un año, ahora se encuentra en etapa de apelación en busca de que la absuelvan. Ella asegura que no tuvo nada que ver con el delito del que la acusan y por eso sigue luchando “para recuperar mi vida y a mis hijos”.

¿Este viernes sales, mamá?

 Jenny Marisol Solís Polanco también está en prisión acusada de trata de personas. Cuando ella “cayó” en el penal, sus tres hijos le preguntaban cada día de visita si el siguiente viernes saldría de la cárcel y regresaría con ellos a casa.

“No sé de dónde escucharon que me liberaría un viernes, quizás lo oyeron de alguno de los tantos licenciados que me han mentido. Yo les decía que pronto saldría, y se alegraban… pero han pasado los años, ya son unos adolescentes, y no los puedo engañar”, relató.

Con el tiempo las cosas han cambiado: sus hijos Gina, de 15 años; Jorge Carlos, de 12, y América, de 11, la visitan cada quince días, «pero ya no me preguntan si saldré el viernes”.

Si bien tienen contacto telefónico prácticamente todos los días, Jenny Marisol ansía salir del Cereso para pasar un tiempo con ellos, conocerse mejor y volver a empezar. Porque no es lo mismo estar solos seis horas en las jornadas de visita que estar juntos todo el día. Su forma de pensar es distinta de cuando entró a la cárcel hace siete años.

Pese a todo, confesó que nunca se imaginó que estando en prisión la relación con sus tres hijos sería tan buena, y que la comunicación con ellos es mejor de lo que pensaba.

“Si me hubieran dicho que así sería el asunto no lo hubiera creído. Este lugar es feo, es una cárcel, pero no sé si por las tantas pláticas que tomo aquí la relación con mis niños está mejor que nunca, y ellos son buenos, estudiosos, van por buen camino, y eso me hace feliz”, señaló al recalcar que es una madre orgullosa.

Revictimizadas

Para el especialista en psicología jurídica y criminológica Paulino Dzib Aguilar, es importante establecer una diferencia entre las condiciones emocionales de un hombre y una mujer en reclusión por haber cometido un delito o ser acusados de ello. El impacto es mucho mayor, destaca, cuando son mamás.

“Del siglo XVI al XVIII la construcción social era que las mujeres sólo cometían dos delitos: o eran prostitutas  o brujas. De hecho se pensaba que no podían cometer homicidios, robos o violaciones, y si lo hacían era porque eran brujas. 300 años después siguen existiendo estigmas en contra de ellas que las revictimizan”, expuso.

Indicó que la situación de la mujer se agrava más si es madre, ya sea que lo haya sido antes de entrar al reclusorio o si estando ahí se embarazó. Las mujeres, enfatizó, presentan un deterioro emocional más fuerte que el de un hombre que se convierte en padre estando preso.

“De manera general presentan trastornos en el área de la depresión, que se reflejan en distintos cuadros como no poder dormir bien, así como somatomorfos, es decir, sufren una cantidad de enfermedades que no son biológicas, sino que se asocian con factores psicológicos, los cuales pueden ser gastritis, dolor de cabeza, o alteraciones en los ciclos menstruales”, explicó.

Indicó que si las mujeres cometieron el delito por tener una baja capacidad de controlar sus impulsos, desde el interior del penal deben recibir tratamientos para aprender a manejar esa impulsividad. Por otra parte, si planearon o estructuraron el crimen se trata de otro nivel delincuencial y su tratamiento es mucho más complicado.

En cuanto a la estrategia a implementar para quienes son madres, dijo que lo ideal es crear grupos de auto-apoyo entre las internas con el mismo perfil. Además, es útil dotarlas de diversas habilidades que les permitan “maniobrar” la situación que atraviesan con sus hijos.

“Y de esta manera cuenten con las herramientas para explicarles a sus hijos, de acuerdo a la edad que tengan, el delito que cometieron. En una primera etapa lograr que ellos lo acepten y en otra fase que aprendan a manejarlo”, agregó Dzib Aguilar.

Que no sientan el muro

 El director del Cereso de Mérida, Francisco Brito Herrera, informó que la gran mayoría de las internas de ese penal tienen hijos, aproximadamente el 70 por cierto. Debido a esa condición constantemente se organizan actividades recreativas para fortalecer la convivencia entre las madres y su descendencia.

“Lo que buscamos es mantener los lazos familiares, especialmente con sus hijos, para que no sientan ese muro, esa división física entre el encarcelamiento y la libertad”, agregó.

Dijo que es necesario apoyarlas y estar pendientes de que se les atienda. Las mujeres que están privadas de su libertad deben tener momentos de alegría y esparcimiento, como el más reciente encuentro por el Día de las Madres, en el que hubo música, tacos de cochinita pibil y hasta rifa de regalos entre las internas.

Eso sí, reconoció que cuando terminan los días de visita –jueves y domingos-, los hijos menores de edad “se afectan psicológicamente” al tener que retirarse del penal. “Por eso cuando por alguna razón ellos no pueden venir al Cereso, enviamos a trabajadoras sociales para ir a buscarlos, para que convivan con la madre”, agregó Brito Herrera.

Primeros años y perfil de madre

En el Cereso de Mérida también se brinda atención médica a las reclusas que están embarazadas. Una vez que nacen, se permite que los bebés pueden permanecer con ellas hasta año y medio en el lugar.

Al respecto, el doctor Dzib Aguilar señaló que para el desarrollo evolutivo del niño es importante tener contacto directo con la madre en los primeros años, pero cuestionó si el ambiente en los reclusorios puede ser el adecuado o si la mujer tiene el perfil idóneo para criarlo en esos sitios:

“No todas las mujeres tienen el perfil para cuidar a los niños. Ser madre no se da por default y en un espacio penitenciario se complica aun más. El estado emocional de las madres en el reclusorio se deteriora, y si no existen las condiciones para que los hijos estén ahí, lo mejor sería que estén afuera, pero que vayan a visitarlos en promedio dos veces a la semana para que la convivencia se mantenga”, declaró.

En ese sentido, indicó que por atribución social los hijos reciben un mayor castigo emocional cuando su madre es acusada y está encerrada en la cárcel, a diferencia si se trata de su padre, por lo que es importante no romper esa relación.

El psicólogo también habló de cuando se pone en juicio la custodia de los menores, luego que la madre ha cumplido su condena y recupera la libertad, pues hay que reconsiderar el delito por el cual fueron acusadas.

“Se cuestiona si tienen la capacidad de poder educarlos.  Si la mujer se fue a prisión por abandonar a sus hijos, o porque los maltrataba, o hizo uso de ellos en dirección de prostitución o consumo de drogas, en esos casos no se discute. Pero si les acusa de robo o fraude, hay que reconsiderarlo”, ejemplificó.

Recordó que en muchos casos las féminas son victimas de un sistema en donde les hacen firmar papeles de cosas que no están enteradas, o se les acusa de delitos que no sabían que estaban cometiendo, por lo que es necesario evaluar estas situaciones para decidir si les entregan o no la custodia de sus hijos. (Herbeth Escalante)