El primer presidente de la transición democrática padecía una enfermedad neurodegenerativa. Decretan 3 días de luto.
MADRID, 24 de marzo de 2014.— Adolfo Suárez, el primer jefe de gobierno de la democracia española, falleció ayer acompañado por su familia a los 81 años, tras más de una década de padecer Alzheimer. Desde el viernes pasado se había dado a conocer que su fallecimiento era inminente.
La muerte de Suárez ha conmocionado a España y generado reacciones de los líderes mundiales, que lamentan su deceso y reconocen su papel en la democracia española. “Mi dolor es grande”, dijo el rey Juan Carlos, de luto riguroso, durante un mensaje a la nación. “Tuve en él un amigo leal y, como rey, a un colaborador excepcional”.
El gobierno presidido por Mariano Rajoy anunció tres días de luto nacional por la muerte de Suárez. Hoy se instalará una capilla ardiente en el Congreso de los Diputados.
El 14 de junio de 2002, Adolfo Suárez habló con periodistas con motivo del 25 aniversario de las primeras elecciones democráticas en España. Cuestionado sobre el ex presidente José María Aznar, con quien siempre se llevó muy mal y a quien no tenía en buena estima, dijo que había sido el mejor presidente de la democracia española. Aquel comentario confirmó una noticia que muy pocos sabían: Suárez, considerado uno de los padres de la transición, sufría Alzheimer desde finales de los años 90. Y la muerte de su esposa Amparo en el 2001, había acentuado la enfermedad.
En el 2005, un año después de la muerte de su hija primogénita, Mariam, su hijo Adolfo reconoció ante los medios de comunicación que su padre ya no reconocía a nadie, que no recordaba que había sido presidente del gobierno español, ni que había dirigido el país en los años tan difíciles que había vivido el país tras la muerte de Francisco Franco, hecho por el que era admirado por la mayoría de los españoles.
Nacido en 1932 en Cebreros, Ávila, hijo y nieto de republicanos, estudió abogacía y desempeñó varios puestos en la estructura del régimen franquista. Tras la muerte de Franco, el 3 de julio de 1976, el rey Juan Carlos le nombró presidente del segundo gobierno de la monarquía con la gran responsabilidad de desmontar las estructuras del franquismo.
Su primer objetivo fue llevar a cabo el proyecto de reforma política, que logró que aprobaran las cortes franquistas por mayoría y que los españoles aprobaran la ley el 17 de diciembre de 1976. Ganó muchos enemigos pero también muchos amigos.
Comenzaba el desmantelamiento de los aparatos del franquismo. Los partidos políticos y los sindicatos pasaban a la legalidad, desaparecía el único sindicato existente en el franquismo y se convocaba a las primeras elecciones democráticas desde 1936 para el 15 de junio de 1977. Tal y como se esperaba, el partido de Suárez, Unión de Centro Democrático (UCD) se convirtió en el más votado.
Su objetivo de gobierno era buscar una convivencia pacífica, plural y democrática y un clima de paz y entendimiento en un país que había vivido una guerra civil (1936-1939) y una dictadura durante más de 40 años. En octubre de 1977, todos los partidos políticos firmaron los Pactos de la Moncloa para llevar a cabo una transición a la democracia y establecer una política económica que sacara al país de la crisis.
El 6 de diciembre de 1978, los españoles refrendaron la Constitución que se había elaborado. El régimen franquista quedaba atrás y el apoyo a Adolfo Suárez se iba haciendo cada vez más patente, hasta que el 3 de marzo de 1979 ganó por segunda vez las elecciones generales. Dimitió en 1981.
En sus cinco años (1976-1981) en el poder enfrentó al terrorismo de la organización separatista vasca ETA, a la ultraderecha, al desempleo, a la Iglesia, al Ejército, la crisis económica y la trama golpista de la operación Galaxia. En el año de su renuncia, el rey le nombró Duque de Suárez.
Atrevido, osado, con una gran capacidad de decisión y valiente, los españoles todavía recuerdan cuando dos meses después de su dimisión y en la sesión de investidura de su sucesor, Leopoldo Calvo Sotelo, el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, irrumpió en el Congreso de los Diputados con la intención de dar un golpe de Estado. Con pistola en mano y dando tiros dijo su célebre frase de “Todos al suelo”. Sólo tres personas permanecieron de pie: el líder del Partido Comunista de España, Santiago Carrillo, el ministro de Defensa Manuel Gutiérrez Mellado y Adolfo Suárez. (El Universal)